jueves, 13 de marzo de 2014

Historias que he de olvidar~ #7

Historia perdida VII: El candelabro~

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Una noche de lluvia, una joven bajaba de su habitación por un gran pasillo, en completa oscuridad. Siempre lo hacía. 
Esa noche la suerte quiso que sus pies encontraran la mesita del teléfono, antes de lo que recordaba en su mente, y cayó. Se sujetó el pie con las manos para frotarse y calmarse.
En la pared, un candelabro de oro con tres velas, observaba la escena que no le era ajena, entre un sentimiento que nunca antes había tenido y su deseo por ayudar, decidió encender sus velas.

La muchacha no le prestó atención, y le pareció lo más normal del mundo ver la mesa con la que se había chocado, sin percatarse del accionar del candelabro en la pared. Sin más, siguió su camino y luego de un rato regresó a dormir.
En la mañana la vio pasar de nuevo, pero fue ignorado. Se sintió un mueble más, y él no quería ser un mueble más.
Corrían las agujas del reloj de péndulo, marcando las once, y la señorita de la casa volvió a su habitación. Por el pasillo, distinguió sus pasos cual perro fiel siente a su amo a cuadras de su casa, y nuevamente ardió para iluminarla. 
Tenía calor y luz para dar, y era extraño siendo el mueble menos visible del lugar, querer ser algo más para su maestra, a quien adoraba en cantidad.
Los días pasaban, y ella no lo notaba. El candelabro se empezaba impacientar. 
"Préstama atención por favor..." pensaba para sí. Y la muchacha de pequeños pies, lo volvía a dejar sin una mirada que apreciar.
No quería escuchar de razones. Su cordura iba perdiendo, hasta que dejó de verse a sí mismo como un simple mueble.
Esperaba otra semana, y de pronto no se sintió bien. O al menos todo lo bien que se puede sentir un candelabro. 
Dejó de brillar para ella, y se volvió de nuevo, lo que era antes, una sombra en la pared de aquel oscuro pasillo. Sin nada que hacer, sin nadie que lo contemplara, su color se volvió cobre. Nada especial.
Sus velas estaban tan cerca de desaparecer que no lo notó. Su consciencia desaparecía.
Después de un tiempo, la joven comenzó a utilizar las luces de la habitación para iluminar apenas, un camino que era difícil de recorrer. Uno que una vez, fuere alumbrado por algo de clase, y ahora solo un recuerdo hospedado en algún rincón de la pared, imperceptible.
La tarde caía, y de nuevo el reloj marcaba el límite de la noche. El telón cayó y las luces cintilaban, junto al hermoso reflector del firmamento nocturno. El crepúsculo lunar iluminaba una casa sin electricidad esa noche.
Era tranquila. Era arriesgada. Era hermosa.
Lo era. Lo es. Lo será.
La imagen de su rostro se volvía pálida. Y de nuevo, se arriesgaba a ir al final del pasillo. Como todas las noches lo hacía.
Al final del pasillo estaban las escaleras. Y esa caída hacia el recibidor. Los cuadros miraban inertes, una sombra que no estaba ahí. 
"Esta vez sí, esta vez lo haré" recitaba y abría sus brazos al mismo tiempo que cerraba los ojos.
Saltar.

El candelabro encendió sus llamas y ni la brisa que abrió la ventana lograron apagar sus pequeños brazos. Su alma reclamaba la salvación de la joven, que una vez fue feliz y tan especial.
El frío llegó a la espalda de la muchacha quien se dio vuelta inmediatamente. Y ahí estaba, el candelabro que su padre había colocado para su pequeña niña. Aquella que temía a la oscuridad.
Sus ojos se iluminaron y reflejaban aquellas llamas vivas. El oro era oro.
Con sus últimas fuerzas le regaló un espectáculo de llamas azules y sus velas se consumieron tán rápido como una mecha. 

--o--


Un espectáculo de luces. La vida es un show. Una gran fiesta de máscaras. La mejor máscara gana.
Las cosas pequeñas que siempre están ahí, y que no se ven tan grandes hasta que llegamos a las puertas del gran jardín. El final de la fiesta~